Wednesday, July 11, 2007

Forjado en Dolor

La semana pasada en medio de una conversación de copas, caí en cuenta de un hecho que implícitamente lo saben muchas personas, pero que por razones de bloqueo prefieren archivarlo en el olvido, para desconocer una realidad que tristemente es inefable y más que todo imposible de cambiar. Si en esta vida hay una frase que detesto con furia impotente, es esa que dice, "Nada en la vida es fácil". La detesto porque es verídica y nadie está exento o por lo menos en capacidad de revertirla y algún día poder decir, "Que fácil es vivir". La dificultad y la complicación de existir al parecer es un simple proceso de canje o truque; si algo se quiere, algo se tiene que dar y envolviendo esta premisa se encuentra la realidad certera, de que el ser humano es un animal forjado en dolor... La línea de tiempo del dolor inicia de la siguiente manera: Para la procreación, es necesario la relación sexual, y la primera vez de esta experiencia tanto para hombres como mujeres, es una actividad, incómoda, sangrante y en algunos casos traumatizante, en aras de perder esa blancura virginal; el dolor corporal y el de perder "La inocencia". Después el embarazo, que conlleva al parto, una función vital extremadamente agotadora y tediosa; el dolor de dar vida y el dolor de venir al mundo. Cuando sucede este hecho, madre, hijo y familia experimentan un período de gracia de tranquilidad que se extiende por varios años, hasta la etapa adolescente. Allí comienza el padecimiento propio de la edad, los cambios hormonales y de temperamento, la vida se complica y la fragilidad de caer en el lado oscuro se hace presente; el dolor de crecer, de dejar de ser niño para volverse hombre. De este punto en adelante, la existencia se asemeja a un embudo, donde por cada día y cada año que se trasciende, se va angostando más el anillo de la vejez. Aquel joven antes niño se preocupará, se enamorará, se despechará, morirá del guayabo de su primera borrachera, resentirá los moretones de su primera golpiza y odiará a quién creía era su hermano y lo defraudó; el dolor de seguir creciendo, de volverse adulto. Lo años transcurrirán, desazonándose por conflictos menores como la escogencia de una carrera, desertar del país de origen y la decisión de conformar un matrimonio. Momento de la historia donde el carro vuelve a pasar por la línea de meta y se empieza a repetir el ciclo. Acercándose a la edad media, empiezan a desaparecer personas queridas, los progenitores asediados por la edad y el cansancio se despiden para no volver; el dolor de perder el amor más grande y el de saber que uno mismo se está acercando al final. Frenéticamente el conteo regresivo se dispara y a partir de la mitad de siglo o más, aparecen enfermedades latigantes e inclementes; el dolor de envejecer y deteriorarse. Al final postrado en una cama, en el agonizante delirio de recapitular el extenso trasegar de la vida, los signos vitales se desvanecen y el cuerpo inerte descansa en paz; el dolor de la muerte y el de abandonar una vida que tanto se disfrutó.
Como verán está melancólica y resumida línea de tiempo, es algo de lo que no se preferiría hablar, por eso es mejor disfrutar de cada pequeño instante de felicidad por ínfimo que sea, procurar cualquier cosa que sea placentera si dañar a nadie, abrazar y decirle a un amigo que se le quiere, dar y pedir un beso, no defraudar a la familia, viajar y conocer como soportan las demás personas la vida, enamorarse una vez, enamorarse cada noche, ser un espíritu libre y amar a alguien que lo merezca, pues el amor todo lo salva y de pronto en una realidad no tan ficticia, sea el único antídoto para derrotar el dolor en cual todos hemos sido forjados.